- Dime lo que quieres y lo tendrás.
No podía creer que me estuviera comportando de una forma tan torpe y tan estupida. Era demasiado inocente, precisamente, mi inocencia era el punto central de la conversación. No tenía la menor idea de como mostrarme seductora, tendría que conformarme con recurrir al rubor y la timidez.
- Te quiero a ti. -balbuceé de forma casi ininteligble.
- Sabes que soy tuyo. - sonrió, sin comprender aún, e intentó retener mi mirada cuando volví a desviarla. Respire hondo y me puse de rodillas sobre la cama. Luego le rodeé el cuello con los brazos y lo besé. Me devolvió el beso, desconcertado, pero de buena gana. Sentí sus labios tiernos contra los míos, y me di cuenta de que tenía la cabeza en otra parte, de que estaba intentando adivinar que pesaba por la mia. Decidí que necesitaba una pista. Solté mis manos de su nuca y con dedos trémulos le recorrí el cuello hasta llegar a las solapas de su camisa. Aquel temblor no me ayudaba demasiado, ya que tenía que darme prisa y desabrocharle los botones antes de que él me detuviera. Sus labios se congelaron, y casi pude escuchar el chasquido de un interruptor en su cabeza cuando por fin relacionó mis palabras con mis actos .
No podía creer que me estuviera comportando de una forma tan torpe y tan estupida. Era demasiado inocente, precisamente, mi inocencia era el punto central de la conversación. No tenía la menor idea de como mostrarme seductora, tendría que conformarme con recurrir al rubor y la timidez.
- Te quiero a ti. -balbuceé de forma casi ininteligble.
- Sabes que soy tuyo. - sonrió, sin comprender aún, e intentó retener mi mirada cuando volví a desviarla. Respire hondo y me puse de rodillas sobre la cama. Luego le rodeé el cuello con los brazos y lo besé. Me devolvió el beso, desconcertado, pero de buena gana. Sentí sus labios tiernos contra los míos, y me di cuenta de que tenía la cabeza en otra parte, de que estaba intentando adivinar que pesaba por la mia. Decidí que necesitaba una pista. Solté mis manos de su nuca y con dedos trémulos le recorrí el cuello hasta llegar a las solapas de su camisa. Aquel temblor no me ayudaba demasiado, ya que tenía que darme prisa y desabrocharle los botones antes de que él me detuviera. Sus labios se congelaron, y casi pude escuchar el chasquido de un interruptor en su cabeza cuando por fin relacionó mis palabras con mis actos .